El Tour de Flandes, que hizo famoso durante muchos años al Muro de Grammont, ahora fuera del recorrido. Un monumento dentro de otro, con adoquín y una pendiente máxima del 19%. Un repecho mítico en el que Fabian Cancellara, en 2010, cimentó su primera victoria en la clásica belga con un acelerón brutal que le despegó como un cohete de Tom Boonen. Una exhibición tan prodigiosa que coloquialmente se comenzó a hablar de que el suizo ‘iba con motor’. El vídeo tiene más de cuatro millones de reproducciones en Youtube.
Cinco años después, con revelaciones posteriores y un informe publicado el pasado jueves por L’Équipe, ese momento ha quedado fijado como el inicio de la sospecha de una posible utilización de pequeños motores eléctricos que ayudarían al pedaleo del ciclista: dopaje tecnológico.
En el reportaje, L’Équipe habló con un misterioso ingeniero húngaro, Istvan Varjas, que los fabricaría y que reveló que se utilizan desde 1998: “Son silenciosos e ilocalizables”. La amenaza parece no ser una fantasía, sino una realidad. De hecho, la Unión Ciclista Internacional examinó en las dos últimas etapas de la París-Niza dos bicis de seis equipos por sorpresa, en meta y en los camiones de los equipos.
Un portavoz de la Unión Ciclista Internacional ratificó y remitió ayer a las declaraciones de Brian Cookson, presidente de la UCI, al diario Le Monde tras la París-Niza. “Vamos a utilizar un enfoque basado en la inteligencia. Vamos a ser discretos para no provocar intervenciones policiales. Pero el mensaje enviado a los equipos es claro: sabemos que es posible”.
El 22 de marzo, los controles fueron más serios ya en la Milán-San Remo. Porque seis policías (en Italia el fraude deportivo es delito) acompañados de Philippe Marien, comisario de la UCI, se encargaron de las verificaciones de 36 bicicletas. A 20 km de meta, antes de subir el Poggio, se anunciaron por sorpresa los controles por radio. En una carpa tras el podio se revisaron las máquinas de los tres primeros: Degenkolb (de Giant), Kristoff (Canyon) y Matthews (Scott). También las 22 Trek del Etixx de Cancellara y del Trek y las 11 Specialized del Tinkoff-Saxo. Se identificó a los mécanicos-jefe de los equipos y se les obligó a desmontar piezas para introducir una cámara en los tubos. Según la UCI, no se encontró nada sospechoso y advierte de que se repetirán estas actuaciones “en otras carreras internacionales”.
Tras las exhibiciones de Cancellara en 2010 en Flandes y Roubaix, la UCI alquiló un escáner para el Tour de ese año por el que pasaban las bicis reclamadas a 10 km de meta. Pero los 60.000 euros de coste hizo a la Federación Internacional sustituirlo por una cámara endoscópica que también se ha utilizado en Giro y Vuelta. En el reciente informe de la Comisión Independiente para la Reforma del Ciclismo (CIRC), se advierte que a la vez que se avanza en antidopaje, “las trampas técnicas aumentan”. “A esta Comisión se le ha advertido sobre intentos de trampas técnicas, incluido el uso de motores en el cuadro”, explican. El dopaje tecnológico está aquí.